Rescatamos aquí un texto que fue originalmente publicado en el blog Neurobsesion en el año 2010. En él, y a través de la historia de Hans Berger, dábamos un paseo por la invención de la electroencefalografía.
MALOS TIEMPOS

Estamos en 1941. Primer día de junio. El cuerpo de un hombre de 68 años, calvo y con bigote, cuelga de una soga. Hans Berger ha muerto. Otro hueco en la pared.
HANS BERGER, NEURÓLOGO
Nacido en Turingia, Alemanía, en 1873, hijo único de un médico y nieto de un famoso poeta, Hans Berger estudió medicina en varias Universidades de su país y con la tinta del título aún fresca consiguió un puesto de asistente en el Hospital Neuropsiquiátrico de Jena en el año 1897, a las órdenes de Otto Binswanger. Allí pasó por todos los escalafones de la vida académica hasta convertirse en 1916 en sucesor de su maestro como Director del Hospital, y en 1927 en rector de la Universidad.
Dirigió el Hospital hasta 1938 y sufrió durante sus últimos años, en medio del infierno nazi, una profunda depresión que lo condujo finalmente al suicidio. Quienes lo conocieron lo describían como la quintaesencia del académico: puntual, estricto, reservado y exigente, modelo de modestia y honestidad.
HIPÓTESIS, COMPROBACIÓN, CONCLUSIÓN

El 6 de julio de 1924 Hans Berger fue capaz de registrar la actividad eléctrica cerebral de su hijo Klaus. Había realizado el primer electroencefalograma de la historia. Sin embargo la comunidad científica acogió su hallazgo con escepticismo, juzgando que las ondas cerebrales del Dr. Berger no eran más que artefactos, y ridiculizándolo en numerosas ocasiones. Y fue entonces cuando salió a relucir otra de las grandes virtudes de Hans: su perseverancia. Donde otros hubiéramos claudicado, él insisitió. En los diez años siguientes publicó una quincena de artículos sobre distintos aspectos de su técnica y fue en el Congreso Internacional de Psicología de París en 1937 cuando recibió el reconocimiento de sus colegas, si bien hasta los años 50-60 del siglo XX no se generalizaría la electroencefalografía, con el perfeccionamiento tecnológico.
CONSTRUYENDO UNA CIENCIA
Inicialmente registró la actividad eléctrica de cerebros expuestos en procedimientos quirúrgicos o a pacientes que habían sufrido heridas en la cabeza durante la Primera Guerra Mundial y, más tarde, a través del cráneo intacto. Estudió concienzudamente las ondas cerebrales de numerosos trazados, incluyendo 73 estudios realizados a su hijo y 56 a si mismo. Así fue capaz de sentar las bases interpretativas de la naciente técnica, extrayendo numerosas y muy acertadas conclusiones. Estas son algunas de ellas:
• Describió las ondas alfa y beta, generadas por el córtex cerebral de los sujetos sanos
• Comprobó cómo las ondas alfa desaparecían con la apertura palpebral dando paso a las beta, y cómo este fenómeno se reproducía en respuesta a otros estímulos sensoriales. Así, concluyó que el ritmo alfa era la actividad fundamental del córtex cerebral.
• Describió las particularidades del EEG de los recién nacidos y de los ancianos
• Describió el EEG isoeléctrico “cuando toda actividad cerebral ha finalmente cesado”
• Describió los efectos de los narcóticos sobre el EEG
• Comprobó los cambios en el EEG en pacientes con hemorragias cerebrales, tumores, contusiones
• Describió los ritmos interictales, con su característica depresión del trazado, de pacientes con epilepsia del lóbulo temporal y también la respuesta a la hiperventilación, si bien nunca fue capaz de registrar una crisis de gran mal.
• Registró la actividad cerebral durante una crisis de ausencias (punta-onda a tres ciclos por segundo).

Estamos en 2010 y desde esta esquina del tiempo hemos querido recordar a Hans Berger porque, como dice Luis Sepúlveda en una de sus Historias Marginales, “si bien es cierto que la vida es breve y frágil, también lo es que la dignidad y el valor le confieren la vitalidad que nos hace soportar sus trampas y desdichas”.
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