Andrés Vesalio es uno de los titanes de la historia de la medicina, uno de esos gigantes sobre cuyos hombros se construyó una ciencia. Autor de uno de los libros más influyentes sobre anatomía humana escritos nunca, De humani corporis fabrica, disfrutó del reconocimiento de sus coetáneos y fue nombrado médico imperial en la corte española, inicialmente bajo el reinado de Carlos I y posteriormente de su hijo, Felipe II. Basó sus estudios anatómicos en la observación directa mediante disección de cadáveres y murió a los 50 años en circunstancias poco claras. No hay duda de que su fallecimiento aconteció en una isla del Mar Jónico cuando volvía de una peregrinación en Tierra Santa, pero se especula sobre qué le llevó a realizar esa peregrinación.
Durante muchos años se supuso que esa peregrinación a Tierra Santa le fue impuesta por Felipe II, para conmuntar así una condena a la hoguera del Tribunal de la Inquisición. Al parecer, al realizar una disección del cadáver de una aristócrata española, Vesalio habría percibido que su corazón latía aún, produciendo un escándalo de dimensiones imperiales. Hoy se considera que esa leyenda macabra carece de fundamento, pero nos sirve para reflexionar sobre el diagnóstico de muerte, y sobre cómo ha cambiado a lo largo de la historia.
La imposición del concepto de muerte encefálica, la reglamentación de su diagnóstico y sus implicaciones, las explica mucho mejor que yo el Dr. Tomás Segura, neurólogo del Hospital Universitario de Albacete, en la siguiente charla. Aunque acaba centrando su discurso en el diagnóstico por ultrasonidos de la parada circulatoria cerebral, la mayor parte de la charla la dedica a explicar el fundamento del diagnóstico, entendiendo la parada circulatoria cerebral como la forma más extrema de la hipertensión intracraneal. La charla fue pronunciada en la Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurosonología en el año 2012.
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