La tragedia de los comunes


 

Precisamente un día como hoy, el 13 de diciembre de 1968, Garrett Harding publicaba en la revista Science su ensayo "La tragedia de los comunes" (Tragedy of the commons). 

En él, describe una situación en la que varios individuos, motivados solo por el interés personal y actuando independiente pero racionalmente, terminan por destruir un recurso compartido, aunque a ninguno de ellos, ya sea como individuos o en conjunto, les convenga que tal  destrucción suceda. 

El ensayo suscitó ríos de tinta, infinidad de publicaciones y comentarios, centrándose sobre todo en dos situaciones que estaban y están de actualidad en el mundo contemporáneo: la sobreexplotación de los recursos de la tierra, y el debate entre propiedad pública y propiedad privada de los bienes. Ambos son, sin duda, apasionantes. 

Sin embargo, el año 2020 y la pandemia del COVID-19 nos han situado frente al mismo debate, en un terreno mucho más interesante, por la inmediatez en el tiempo de las consecuencias de las decisiones tomadas. El dilema de los comunes es una clase específica de dilema en el que los intereses egoístas a corto plazo de las personas (en este caso la socialización hedonista) son incompatibles con los intereses colectivos a largo plazo (en este caso no tan largo) del bien común (limitar los contagios).  

El comportamiento de buena parte de la población durante los últimos meses revela la preeminencia de los intereses egoístas sobre los objetivos del bien común, en una situación en que ese bien común tiene una trascendencia individual de la que ninguno puede estar seguro de estar a salvo. Nadie está a salvo del contagio y de la posibilidad de morir en él, pero el individuo valora más la satisfacción individual (fácil de conseguir y con retorno inmediato) que la probabilidad remota (sobre todo en los jóvenes) de sufrir una enfermedad grave. 

Si de algo podemos aprender este año es de psicología individual y de masas. Lástima que el precio a pagar sea tan alto. 

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